martes, 30 de marzo de 2010

Lo escuché en el metro

Lo juro, lo escuché en San Lázaro (bueno en la estación San Lázaro del metro).

“Miren lo que hace el hambre, perdón, quise decir lo que hace el hombre”. Y después de eso comenzó el lamentable espectáculo.

Y con lamentable no me refiero a que el espectáculo no produjera una amplia variedad de emociones, en realidad me hizo pasar por toda una gama de sentimientos, que durante un momento, progresaban como una secuencia ordenada, para después dar un giro total y volverse en un instante contradictorios.

A final de cuentas, en mis clases de teatro aprendí que el objetivo de un espectáculo histriónico, es justamente el provocar en los espectadores múltiples emociones, generalmente depende del objetivo de la obra, el sentimiento que mas debe marcarse, ya sea amor, dolor, miedo, risa, etc...

Por lo que desde una perspectiva teatral, el espectáculo cumplió con las expectativas de cualquier otro espectáculo.

Sin embargo, aunque sí era una exhibición, en realidad, fue un desfile de situaciones grotescas, ofensivas, vergonzosas, lastimeras, etc...

Desfiló tal como el anunció inicial lo dijo, el hambre y su compañero el hombre. Fueron los mismos chistes viejos que durante todas las estaciones (del metro y del año) se repiten una y otra vez. Aparecieron las mismas caras pintadas, con los mismo colores chillantes que solo nos hacen llorar. A diferencia de la buena comedia, estuvieron presentes los improperios, las vulgaridades. En las caras pintadas, había hipocresía, cinismo, desvergüenza, desfachatez.

Recuerdo perfectamente que Edna me regañaba, por que en la necedad de decir mis diálogos memorizados, terminaba dando la espalda al público. Si Edna hubiese visto este espectáculo, realmente hubiera terminado con el hígado destrozado. Porque durante todo este “espectáculo” fue el público (al que por cierto se le exige su cooperación), quien todo el tiempo permaneció ignorado (Ah cierto, Edna es mi maravillosa maestra de teatro).

Como todos sabemos junto con el hambre, el hombre y los insultos, vienen las amenazas, viene la violencia. Y por supuesto, en tan abyecta “ceremonia” no podían faltar. Amenazas, injurias, violencia en general, también estuvieron presentes.

Además, no conformes con presentar una función tan abominable, estos payasos callejeros (por nombrarles de algún modo) obstruyen completamente el avance de cualquiera que tenga la desgracia de cruzarse con ellos.

Recuerdo que cuando en su eterna estupidez, la UTM nos prohibió presentar la pastorela, la gente del público se sintió defraudada, porque todos decían que nuestras representaciones eran reales, eran creíbles. Las actuaciones de estos comediantes, son tan fraudulentas, que tuvieron que ofrecer con someterse a pruebas poligráficas para demostrar su veracidad.

Los tricolores y blanquiazules se acusaban mutuamente, de mentirosos, se acusaban de romper acuerdos firmados en lo oscuro (a espaldas de quienes se supone somos representados por ellos), de traidores. Los deslavados amarillos con negro, se daban golpes de pecho, haciendose los sorprendidos, e inocentes, mientras firmaban una nueva mezcla de colores que traiciona a todos por igual. Los restantes, de múltiples colores, solo gritaban, aumentando el desconcierto general y bloqueando a cualquier ciudadano que pretenda exigir un mínimo de respeto por la cooperación que año con año, nos obligan a regalarles.

Si, lo juro, lo escuché en San Lázaro, en la estación del metro “Miren lo que hace el hambre, perdón, quise decir lo que hace el hombre”, pero lo vi en el senado. Lo que hace el hambre de poder, el hambre sin fin por el dinero, el hambre criminal por seguir pisoteando a los mexicanos, el hambre de una jauría de aberraciones sociales, que se hacen llamar legisladores.

“Miren lo que hace el hambre, perdón, quise decir lo que hace el hombre”. Lo que hace el hombre, impávido, indiferente, egoísta. Miren lo que hace el mexicano, creyendo que preocupándose sólo por el mismo va a salir adelante, aspirando a ser él quien en un futuro pueda dar ese espectáculo, aspirando a cobrar más para sentir que su vida es exitosa.

Parece increíble que sigamos recibiendo estas burlas y no tengamos la capacidad de organizarnos y no podamos ver mas allá de televisa y tv azteca.

Y ahora me pregunto, ¿En verdad tenemos el gobierno que nos merecemos? ¿Merecemos tan poco?

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