viernes, 14 de junio de 2013

El torturador balín

El preso político a diferencia de cualquier otro preso, se distingue por la tortura a la que es sometido, torturas físicas, psicológicas y de toda índole.

Además, sus familiares quienes afanosamente los buscan (la mayoria de las veces sin éxito), son torturados por la incertidumbre y por el miedo a ser capturados ellos también.

Cuando la PFP tomó por asalto el zócalo de la ciudad, además, de ratas, mierda (recuerdese que no tenían sanitarios), prostitución y reporteros vendidos, trajeron consigo el despertar de mis anhelos de venganza, de mis ruines deseos por torturarlos.

La pregunta es ¿Cómo torturas a los miles de puercos asentados en un espacio tan grande?

Yo tenía la respuesta, y me llenaba de alegría en mis adentros, todo ese despliegue de crueldad malsana. Sin embargo, debo admitir, que siempre me dio mucha vergüenza explicarle a los demás en que consistía la tortura perfecta.

La cosa era simple, primero, había que conseguir muchas cazuelas dispuestas a ser perdidas, o rotas en dado caso.

Después necesitábamos, carbón, anafres o alguna forma de prender un pequeño fuego donde se colocarían las cazuelas.

La parte complicada estaba, en que necesitábamos algunos ventiladores para asegurar que el vapor exhalado por las cazuelas una vez calientes, se dirigiera hacia donde nosotros queriamos, es decir hacia las narices de los policias muertos de hambre.

Todo esto se iba a colocar estratégicamente en todas las calles que convergen al zócalo, a una distancia no mayor a 100 metros de la línea de las barricadas policiales.

¡Ah! se me olvidaba, las cazuelas debían contener además de alguna bonita y escatológica obra, al menos 100 gramos del más aromático, suculento e irresistible mole Oaxaqueño.

Se imaginan ustedes lo que significa pasar horas bajo el sol, sin comer o a medio comer, pero siendo atacado por el delicioso y penetrante aroma de un mole Oaxaqueño. Se imaginan el sufriemiento de saber que a unos pocos pasos puedes encontrar una cazuela de mole, que jamás podras tocar. Estoy seguro de que más de un policía nos hubiese pedido perdón.


Lástima, mi tortura nunca la pude poner a prueba.