jueves, 23 de septiembre de 2010

Lo demás me sobra

Azul , amarillo, verde... que más da.
Un universo monocromo o multicolor.
Emociones coloridas y sentimientos opacos.
O sentimientos brillantes y emociones translúcidas.

Ciencia, filosofía, teología... que más da.
Conocimiento difuso, sabiduría ignorante.
Sociedad cosmopolita o edad media amurallada.
Belleza inútil y bondad hipócrita.

Azul, amarillo, verde.
Ciencia, filosofía, teología.
Arte, técnica, mito.
Universo, Dios, Einstein.
Que más da.
Existe tu sonrisa, lo demás me sobra.

martes, 14 de septiembre de 2010

¿Jugamos tío?

Estas líneas van dedicadas a mis sobrinos, a mi hija. Con la esperanza de que nunca las lean, de que nunca tengan que entenderlas, de que nunca tengan que sufrirlas. Con la certeza de que jamás deben olvidarlas.

-¿Jugamos tío?
-Claro sobrino, ¿a que quieres jugar mi amor?
-Jugamos a los leones, no mejor a los dinosaurios....

Después de un rato, yo era el dinosaurio papá y terminé con mi dinosaurio hijo en los hombros, creo que lo protegía de algún depredador, ya no recuerdo.

Hoy en cualquier esquina de este festejado y jamás libertado país, podemos encontrar al sobrino de algún tío, trepado en unos hombros, jugando a no extinguirse como cualquier dinosaurio. Disfrazado de león, sin garras, dientes, escuela o educación.

Haciendo malabares con naranjas, protegiéndose de automovilistas depredadores que corren indiferentes, tal vez huyendo de algún reten militar o hambrientos de aparecer en alguna telenovela o ya de “perdis” en la academia bicentenario.

Hoy basta subirse a cualquier vagón del metro, autobús urbano o calandria de jamelgos desnutridos, para encontrar al hijo de algún nadie (que solemos juzgar como mal padre e inhumano), vendiéndonos la revolución de a 2 por 10 pesos, de a tres colores revividos.

Sobrinos sin cuentos, con juegos más riesgosos que una corrida de toros, niños héroes y heroicos, sin mochila a la espalda, sin comida a la panza.

Herederos directos de alguno de aquellos que corrió a “coger gachupines”, descendiente de un cualquiera descrito por Mariano Azuela en los de abajo. Orgullosos ignorantes de sus derechos humanos, y de sus humanos. Brillantes contadores ignotos, de cada moneda, de cada 30 piezas de plata por las que son intercambiados.

Sobrinos sin infancia, expulsados de nunca jamas, felices admiradores del chavo del 8. ¡Y claro!, futuro de la gran tenochtitlan, montealban, palenque o cualquier ruina devastada por las lluvias y el presupuesto destinado al festejo del bicentenario.

¿Jugamos mexicanos?
¿Jugamos a “coger gachupines”, dioses, políticos y televisoras. Jugamos a abrir los ojos, a cerrar los puños y elevar las mentes?
¿Jugamos a ser libres?

Pero sobre todo, ¿Jugamos a levantar sobrinos sobre los hombros para protegerlos de cualquier depredador?

Muerto

Silencio, estoy muerto.
Simplemente he muerto.
No crean que ha sido una muerte romántica.
Donde al final hube de cruzar el aqueronte a mi trágico destino.

Silencio, estoy muerto.
Solamente he muerto.
Tampoco fue una muerte a la mexicana.
Con balazos, narcos, corridos, mariachis y el rey como fondo musical.

Silencio, estoy muerto.
Cotidianamente muerto.
Les aseguro que no es una de esas muertes de tres días.
No se revierte con un levantate y anda.

Silencio, estoy muerto.
Irreversiblemente muerto.
Esta mañana no encontré tus buenos días.

Supongamos

Supongamos que existes, que mi febril necesidad de ti no te inventó.
Supongamos que la vida adquiere un sentido mas allá de sólo soñarte.

Supongamos que la perfección es una realidad y por consecuencia también tú.
Supongamos que no enmudezco al descubrir tu presencia, que no ensordeces con mis palabras.

Supongamos...

Supongamos que te he buscado bajo cada estrella, toda mi vida.
Supongamos que en la galaxia de tu mirada por fin me has encontrado.

Supongamos que no es necesario suponer que esto es realidad.